Translate

miércoles, 17 de diciembre de 2014

epistolar: cuadernos de viaje








Enero 25, 1953

Hotel Mulvo Regis, Bogota


Querido Al,

Bogotá se encuentra en una planicie alta rodeada de montañas. El pasto de sabana es de un verde claro, y hay monolitos precolombinos de piedra negra aquí y allá. Una ciudad lúgubre y sombría. Mi cuarto de hotel es un cubículo sin ventanas (las ventanas son un lujo en Sudamérica) con paredes de madera verdes y una cama demasiado corta. Estuve sentado por un buen rato paralizado por la depresión. Después salí por un trago atravesando el fino y enrarecido aire frío, agradeciendo a Dios no haber llegado a esta ciudad colocado por el opio. Tomé un par de tragos y volví al hotel donde una marica fea me sirvió una cena que sabía a poca cosa.

Al día siguiente volví a la Universidad para investigar sobre el yagé. Todas las ciencias están amontonadas en el Instituto. Este es un edificio de ladrillos rojos, pasillos polvorientos y oficinas sin nombres generalmente cerradas. Trepé entre contenedores y animales disecados y muestras botánicas. Estos artículos son llevados de un cuarto a otro sin ninguna razón aparente. Alguien sale de su oficina apurado y exige algún objeto de esta basura en el recinto y hace que lo lleven de nuevo a su oficina de inmediato. Los de limpieza, sentados alrededor de los contenedores, fuman y llaman a cualquiera “Doctor”.

En una habitación grande y llena de polvo, de especímenes botánicos y olor a formaldehido, vi a un hombre buscando algo que no podía encontrar con un aire de refinada resignación. Cruzamos las miradas. “¿Y ahora que hicieron con mis especímenes de cocoa? Eran nuevas especies de cocoa salvaje. ¿Y que está haciendo este cóndor embalsamado en mi mesa?” El hombre tenía un rostro delgado y fino, anteojos con marco de acero, saco de tweed y pantalones de franela oscura. Boston y Hardvard. Se presentó como el Doctor Schindler. El estaba relacionado con una Comisión de Agricultura en Estados Unidos.

Le pregunté por el yagé. “Sí” dijo “tenemos especímenes aquí. Venga y le mostraré” concluyó echando un último vistazo en busca de su cocoa. Me mostró algunas ramas de Yagé seco que parecía una planta trepadora ordinaria. El la había tomado. “Obtuve colores, pero no tuve visiones.”

Me dijo con exactitud lo que tenía que saber para el viaje, donde ir y a quien contactar. Le pregunté por la telepatía. “Eso es todo imaginación, por supuesto.” Sugirió que el Putumayo era la región más accesible para encontrar el yagé.

Me tomé un par de días para armar mi equipamiento e conseguir el capital. Para un viaje a la jungla son necesarias medicinas, suero antiofídico, penicilina, enterovioformo y aralén son indispensables. Además, una hamaca, una sábana y una bolsa de caucho, conocida como tula, para cargar el equipaje.

Bogotá se encuentra en la altura y es fría y húmeda, un escalofrío húmedo se cuela dentro de uno como el frío de la colocada. No existe el calor y uno nunca se encuentra cálido. En Bogotá, más que en cualquier otra ciudad que haya visto en Latinoamérica, se siente el peso muerto de la sombra española y su opresión. Todo lo oficial carga la etiqueta “Made in Spain”.


Tuyo, William


The yage letters, William Seward Burroughs & Allen Ginsberg, 1963. Traducido por Joaquín Cruzalegui, Ciudad que respira cartas. 








No hay comentarios.:

Publicar un comentario