Miles Davis, John
Coltrane. John Coltrane, Miles Davis. El primero, desde su primer pinchazo con
el saxofonista Gene Ammons hasta su vuelta de Europa se encontraba
prácticamente inválido en la música. Su arte, su vida amputada por la heroína.
Inempleable y virtuoso. Con un talento creativo singular. Original y
controversial. El hedonismo en la música, todo bajo su control. El segundo, un
poco más jóven, haciendo sus primeros pasos en la banda de Dizzy Gillespie. Un
saxo que deslumbraba por su estilo al solear, de tintes introspectivos y muy
atractivos. También adicto. La Nueva York
de mediados de los 50 los esperaba para empezar a escribir sobre pentagramas y
humo una de las partes más importantes de la historia de la música. Las brasas
de un trago corto que buscan ser fuego. Pero a todo esto, ¿quién hubiese sido
capaz de afirmar qué estos dos músicos, desde su primer encuentro hasta el
último, calarían con un estilo tan profundo, tan original que hasta el día de
hoy todos siguen tomando como referencia a la hora de componer e interpretar? Dos
nombres que se cruzaban para ir, en paralelo, conformando una relación de
tantos contrastes como similitudes, de equilibrios y desequilibrios, de un
atractivo estético como pocas. Creando desde los opuestos.
Todo parece
arrancar en el Newport de 1955[2] cuando sube a tocar con una formación de pesos
pesados incluyendo al bestial Thelonious Monk en las teclas, despachándose con
una presentación genial. Ya lejos de las sustancias, con una previa estadía
desintoxicante en la casa de sus padres en su Illinois natal, se presenta. Más
afilado, más sólido, más elástico. Round Midnight y un solo de trompeta
especial, cargado de muchas cosas. Tamizado por una sordina Harmon lo
escuchamos desgarrarse, liberarse. Marcado por su estilo largo y tendido.
Vanidoso. Los ojos se posan en esta figura resurrecta. Se posan nuevamente en
su talento. Aquí comienza nuestra historia: Columbia le ofrece un contrato
imposible de rechazar pero su nombre se encuentra bajo la firma de Prestige,
compañía de jazz más chica que lo acompañó a Miles bastante tiempo, tranformándolo casi en un jefe creativo.
Su banda era
capaz de seguirle los pasos. Más que capaces, estaban preparados para esto: la
afinidad con el pianista Red Garland, con el batero Philly Joe Jones y con el
bajista Paul Chambers es más fuerte que nunca. Las ideas para esta nueva
relación artística con Columbia están en el aire. En esta aventura, Miles se
topa con un problema de difícil solución: encontrar otro caño que lo acompañe
en sus creaciones melódicas y que tenga una personalidad particular a la hora
de improvisar. Con un Sonny Rollins frenetizado por el ritmo de Nueva York, que
se comía a los artistas vivos con sus vicios, viéndose obligado a ir para
Chicago y limpiarse de sus hábitos y excesos para retomar sus andanzas con el
tenor. Entonces se llama a Cannonball Adderley, uno de los altos más
influyentes de la música negra. Pero este, maestro de escuela en Florida, tiene
que rechazar la propuesta de entrar a grabar con Davis y los suyos por sus compromisos escolares. Su
reemplazo cantado es John Gilmore, que se encuentra tocando también con la exótica Sun Ra Arkestra. Pero a Miles se le ocurre
llamar al principal admirador de John Gilmore y favorito de su baterista. El
primer gran quinteto de Miles lo completa John Coltrane. Empiezan a grabar con
Prestige y con Columbia. Relaxin’, Cookin’, Steamin’ y Workin’ se graban para
Prestige como últimos discos del Miles Davis Quintet. En el mismo estudio
trabajan para Columbia. Para que nadie se entere. O para que todos se enteren.
Las grabaciones para estos solo verían la luz una vez finalizado el contrato
con Prestige.
Grabando con su sexteto, la sordina Harmon casi obligatoria |
Quien
se empuja y se sobreexige buscando definir su propia identidad muchas veces
termina chocando con paredes muy grandes. Y es necesario. Es necesario
sobreexigirse. Es necesario chocar. La
rebeldía y la innovación siempre van de la mano. Pero también existe esa pizca
de autocontrol que hace de los más revolucionarios verdaderos genios. Piezas
únicas en esta vida. Que perduran en el inconsciente colectivo. Almas que
encuentran sencillo compartirse. Y no esperan nada a cambio, les importa muy
poco las repercusiones. Con desmesurada simpleza crean. Y creen en lo que
crean.
La relación de estos dos músicos
describe una parábola con su punto más alto casi sobre su final. Graban Round
About Midnight, Jazz Track, Milestones, pero la piedra angular del
entrelazamiento de uno de los saxos más poderosos y de una de las mentes más
creativas en la música es su último disco, Kind of Blue[3]. Una cortina mística,
como neblinosa que recubre casi una hora de innovaciones, ideas que se vienen
gestando desde Milestones pero que se consuman en composiciones de una simpleza
oscura, intrigante. Ya como un sexteto, confirmándose la participación de
Cannonball, emprenden un viaje por estructuras armónicas simples y lo transitan
con tantas expresiones personales que cada instrumento a lo largo del disco es
como un personaje aparte. Personajes aparte. Miles economiza notas en sus
solos, aprovecha esos grandes espacios que le ceden el piano y el bajo
acompañados por la batería. Un clima que hoy idealizamos, solemne. Despojado de
algo que lo ajetreaba duro. Comanda liberando otra energía. Trane, por otro
lado, desbalancea el equilibrio que proponen estos modales y entra llenándolo
todo de notas. Sin caer en lo absurdo o hipnotizante. Repite frases, y con un
sonido exuberante busca despegarse un poco de eso que el trompetista tenía
pensado para él. Disco poco atractivo para aquellos seres de la complejidad
pero estos finos susurros cuasi minimalistas para los tiempos que corren son la
descripción de una sociedad rota. La lucha interna de muchos para alejarse de
los vicios. El virtuosismo que demuestra que, sin ensayar un solo pasaje previa
grabación y el solo hecho de meter seis gigantes del jazz en un solo estudio,
puede salir una joya.
Desde esta particular expresión de
libertad, que termina siendo un todo repleto de diminutos conceptos que
explican la vida misma: la simpleza, la armonía, la melancolía, el tiempo, la noche,
el trabajo, la unión, su fragmentación, estos dos músicos no volvieron a
publicar sus creaciones sustantivas en conjunto. De hecho, tomaron dos caminos
distintos. Dos caminos separados. Uno, la fusión y la psicodélia. El otro, el
de reflejar en el jazz su vida. Vértigo y velocidad. Cargados de una angustia y
melancolía existencial como pocos. Un par de años más hasta que esa llama se
apague. Un par de años más de Coltrane, muchos más de Miles. Pensar el “que
hubiese pasado si…” es absurdo. Hay que tomar los hechos como tales. Una
relación turbulenta, marcada por la droga pero más marcada aún por su música.
Una relación que nos deja la belleza oscura y blusera (espero que no suene
reiterativo) de Kind of Blue. Ese disco que nos transmite un otoño de amor o
una vida entera de desencuentros. El scotch ámbar abrasando los hielos. Hasta
quemarlos. El frío de la noche. O la simpleza de un par de palabras bien
dichas.
[1] Pájaro Azul en Bukowski, Charles, 100 poemas, Buenos Aires, Emptybeercan, 1993.
[2] Newport Jazz Festival albergó al Miles Davis All Stars por primera vez. En la segunda edición del festival de Rhode Island tuvo su espectáculo central con el trompetista.
[3] Grabado el 22 de abril, 1959, en 30th Street Studio, New York City, Nueva York, Estados Unidos.
- Ilustraciones: Agus Russo. Ciudad que respira jazz.
[1] Pájaro Azul en Bukowski, Charles, 100 poemas, Buenos Aires, Emptybeercan, 1993.
[2] Newport Jazz Festival albergó al Miles Davis All Stars por primera vez. En la segunda edición del festival de Rhode Island tuvo su espectáculo central con el trompetista.
[3] Grabado el 22 de abril, 1959, en 30th Street Studio, New York City, Nueva York, Estados Unidos.
- Ilustraciones: Agus Russo. Ciudad que respira jazz.