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jueves, 11 de diciembre de 2014

herederos infinitos





Aunque el abismo sin fondo de América lo tragara voraz, desde su prisma loco, Miller rompe con los valores convencionales estructurantes de la posguerra y el sistema que condenaba, desde los parámetros sociales, cualquier forma de ociosidad. Su obra es libre asociación, misticismo y callejeo. Con empeño, reflota la escuela del Sturm und Drang, fundada por Goethe y honrando la obra de Klinger[1] : la experiencia por sobre la razón y la experimentación no se vence ante la objetividad conservadora artificial de la sociedad norteamericana.

Hay deseo en Henry, el primer Henry de tantos malditos en la literatura, el primer urbanista de la locura, y hay contradicción dentro de su metodología: ver el mundo de arriba a abajo, verlo crecer y reventar frente a sus ojos afiebrados, pero pide a gritos parar. Empezar a dejar que la naturaleza de las cosas las complete -lassitude o estética- quedarnos dormidos sobre la realidad para que esta se muestre tal cual es, total la maquinaria no va a parar jamás, no va a esperar a nadie. Total-mente.                                                                                                                                                                                                                                                                                                    "Las cosas ocurren o no ocurren y nada más. Nada se realiza con transpiración y esfuerzos. Casi todo lo que llamamos vida es simple insomnio, una agonía, porque hemos perdido la costumbre de quedarnos dormidos. No sabemos dejarnos llevar. Somos como un muñeco de una caja de sorpresas puesto sobre un resorte y cuantos más esfuerzos hacemos, más difícil es volver a la caja."[2]

Rasgos icono-lógicos, sexo, un lenguaje explicíto anacrónico (es más lógico leer la dinamita tipografiada en Bukowski, Burroughs o tantos otros que en un tipo nacido a principios de 1900 relatando las artimañas que utilizó para masturbar a una joven ultracatólica sobre un bote a remo en medio de una tormenta) remontando el mecanismo del mecenazgo y la fidelidad con la que Henry Miller sostuvo, vivo y sumergido en el sistema capitalista fabril, que el dinero, como bien, tenía que llegarle -pidiendo a un colectivo de amigos y conocidos- para esquivar el esquema del trabajo como trabajo y dedicarse al trabajo de escribir sus libros.  

Como respondiendo una entrevista, una pregunta punzante sobre las mujeres, el fragmento  

"Hay coños caníbales, que se abren de par en par como las mandíbulas de la ballena y te tragan vivo; hay también coños masoquistas, que se cierran como las ostras y tienen caparazones duras y quizás una perla o dos dentro; hay coños telegráficos, que practican el código Morse y dejan la mente llena de puntos y rayas; hay coños políticos, que están saturados de ideología y niegan hasta la menopausia; hay coños vegetativos, que no dan respuesta a no ser que los extirpes de raíz; hay coños religiosos, que huelen como los adventistas del Séptimo Día y están llenos de abalorios, gusanos, conchas de almeja, excremento de ovejas y, de vez en cuando, migas de pan; hay coños diversos, que se resisten a cualquier clasificación o descripción, con los que te tropiezas una sola vez en la vida y que te dejan mustio y marcado; hay coños hechos de pura alegría, que no tienen nombre ni antecedente y son los mejores de todos, pero, ¿adónde han ido a derramarse? "[3]

El narrador protagonista toma otro volumen y mide su vida en sexo, mide su pulsión en encuentros y su comportamiento en monólogos rápidos y generalmente vertiginosos. Miller es teatral y es cronista de los rasgos humanos, ruptura y perfeccionismo codo a codo con Whitman o HD Thoreau. 

"Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta
Y con mi aliento puro,
Comienzo a cantar hoy.

Y no terminaré mi canto hasta que muera.

Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es su misión y no la olvidaré;
Que nadie la olvide."
[4]

¿Es lo meramente impropio atractivo por su carácter? ¿O hay virtud? Es imposible retratar las sombras sin antes atravesarlas y cualquier sonrisa en la oscuridad seduce por su carácter bárbaro pero ya conocido. 


[1] KlingerFriedrich Maximilian estrenó en 1777 Sturm und Drang. Drama de cinco actos puesto en escena por la famosa compañía de teatro de Abel Seyler
[2] Miller, Henry, Tropic of Capricorn, Londres, Book Club Associates, 1988. Traducción Joaquín Cruzalegui, Ciudad que respira narrativa
[3]Ibídem
[4]Whitman, Walt,
Canto a mi mismo. Poeta, ensayista y periodista norteamericano -realista y padre del verso libre. Sexualmente disruptivo, abiertoy militante del abolicionismo  

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