“Quisiera preguntárselo todo, pero no puedo, no sé cómo hacerlo, qué es ese misterio de lo que quiero de ti, qué es el hombre o la mujer, el amor, qué quiero decir con amor; por qué debo insistir y preguntar, y por qué me voy y te dejo.” [1]
Kerouac y Allen Ginsberg, otro referente beat |
Una juventud que creció en la Gran
Depresión y se ve inmersa en las grietas de una sociedad quebrada a punto de
desmoronarse por completo. Kerouac lo retrata con simpleza y gestos mínimos que
transmiten vida a los pasajes y hace que podamos sentir esa mezcla entre tristeza,
melancolía y soledad que está impregnada durante toda su obra. Como un blues
etílico en alguna cantina perdida. Las ciudades se alinean demacradas y todos
los submundos marginales conviven en estas. Nueva York, Chicago, San Francisco,
Denver. Submundos que conviven a los tumbos. De costa a costa adictos, mujeres,
trabajadores, vagabundos, poetas, músicos, estudiantes, más mujeres, más
adictos, viven vidas volátiles que terminan ardiendo en llamas y perdiéndose en
el cielo nocturno, enviciado como pocos y como muchos otros.
Clubes, bares de mala muerte, casas
de putas, autostop, teatros, moteles, sótanos, más bares, apartamentos de
1,2,3,4 ambientes, se presentan infinitos para descubrir la esencia de la vida,
eso que flota espeso en el aire y solo tenemos que movernos un poco para
alcanzarlo. Viajando, hablando, viviendo. La cerveza, la marihuana, la bencedrina,
las anfetaminas y demás sustancias de turno que sirven como catalizadores en
estos actos ardientes de descubrimiento e interacción. Personajes que giran
noche y día entre autos, charlas, miradas, cuerpos y comida. En ciudades
profanas sin esperanza, sin desarrollo.
El sexo que une, que separa. Para
luego unir. El sexo como motor. El sexo como combustible. Todo espontáneo, todo
improvisado. El deseo es guía. Cada cual se junta con quien quiere, con quien
desee. Deseo por conocer la verdad, deseo por lo desconocido también.
"Nada de intervalos que rompan las estructuras de la frase ya arbitrariamente entrecortada mediante falsos puntos comas y tímidas comas, en la mayoría de los casos inútiles, sino vigorosos guiones que aíslan los momentos respiratorios (como los músicos de jazz que recuperan el aliento entre dos largas frases), las pausas medidas que articulan la estructura de nuestro discurso."[2]
Ensayo de Charlie Parker y Dizzie Gillespie |
"Nada de intervalos que rompan las estructuras de la frase ya arbitrariamente entrecortada mediante falsos puntos comas y tímidas comas, en la mayoría de los casos inútiles, sino vigorosos guiones que aíslan los momentos respiratorios (como los músicos de jazz que recuperan el aliento entre dos largas frases), las pausas medidas que articulan la estructura de nuestro discurso."[2]
En los callejones de las mismas
ciudades se respira individualismo experimental. La virtud está harta de la
voluntad ajena. Los brillantes músicos de las Big Bands sienten la opresión de
las melodías y del europeísmo en su música: esas pocas intervenciones y
la monotonía ensayada hasta el hartazgo. Buscan devolverle lo pagano al jazz.
Lo negro que fue perdiendo en cada. Se suben a escenarios del bajo mundo
dejando los grandes teatros de lado para expresarse y profesar lo que en esa
década más llamaba la atención: la libertad. Una libertad que en la música se
presenta como un frenetismo creativo: sinfines de notas en solos eternos.
Prolongaciones del alma inquieta. Duelos de tenores. Trompetas que chillan,
escurriendo el bronce. Manos que pasean su deseo por teclas, cuerdas y
pistones. Bares abarrotados de gente: intelectuales, vividores, gente de
ciudad. Solistas tocando toda la noche sobre acompañamientos sincopados a una
velocidad hipnótica que parece haber estado esperando décadas para encontrar
sus canales. Feroces y hambrientos como una erupción surgen Charlie Parker,
Dexter Gordon, Max Roach, Monk y Dizzy Gillespie devastando todo los parámetros
que tienen a su paso y rompiendo las barreras ideológicas dentro de la música.
Mingus, Art Blakey, Coltrane, Billy Eckstine. El renacimiento de lo experimental. Vuelve lo
negro al jazz.
Frecuentemente, tan experimental que
no quedan registros grabados de sus creaciones por la falta de interés de las
grandes compañías y lo poco “comercializable” que era este estilo. Tiene rasgos
muy personales: un fraseo asimétrico, poca relevancia a lo rítmico y las
transiciones desde lo grave a lo agudo, de lo agudo hasta lo inexplicable. No
se baila, todos buscan sentirlo. Todos buscan en los rincones más marginales
para consumirlo. El humo, las historias, la libertad, el fanatismo, la
velocidad, la búsqueda constante hacen al bop un fruto de las ciudades. Va
cultivándose como un estilo de vida, con un argot
propio, una forma de vestir, de saludarse. Esa concepción sucia del jazz
que se mezcla con matices típicos de la vida urbana: autos que circulan
constantemente, luces que iluminan esquinas a medias. Jóvenes envalentonados
por el trago son aún más jóvenes, viejos sabios tambaleándose embriagados de
vida. La poesía y la basura (cadáveres de nuestro consumo). El Hot de la Costa Oeste y el Cool de la Costa Este.
Con Neal Cassady, fuente de inspiración continua |
Los beatniks, el bop, los hipsters, los errantes,
los que todo lo saben, viven y conviven en los Estados Unidos de los finales de los 40 y principalmente los 50 convirtiendo las ciudades en escenarios gigantes y noches
interminables. Fumando las colillas de la calle, Kerouac escribe como un gran
solista bop: inmaculado, poderoso y fugaz. Sincronizando lo que vive con lo que
escribe. Sus inspiraciones, sus ardientes deseos de conocer. En una gran poesía larga y tendida. Un solo con miles de notas yendo y
viniendo por una armonía profunda y llena de búsqueda.
[1] Kerouac, Jack, Los subterráneos, México DF, Octaedro, 2003.
[2] Kerouac, Jack, En el camino, Barcelona, Anagrama, 2007.
Ciudad que respira narrativa.
[1] Kerouac, Jack, Los subterráneos, México DF, Octaedro, 2003.
[2] Kerouac, Jack, En el camino, Barcelona, Anagrama, 2007.
Ciudad que respira narrativa.
He descubierto un blog! Con tu permiso lo incluyo entre mis favoritos.
ResponderBorrarMe gustan tanto Kerouac como los beboppers, nada más que añadir.
Muchas gracias! Siga sintonizado para más historias sobre la creación artistica y las ciudades
BorrarGracias por compartirlo. Muchos Abrazos.
ResponderBorrarNo hay de qué, abrazosss
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